Foto de Lorenzo Ugarte Aguilar y Manolo Alcantara LORENZO UGARTE

Amaba los objetos y ellos le correspondían. Le gustaban los utensilios serviciales, que se desgastaron con el trato de las manos y de los días, y los enseres que dejaron de ser. “Qué quietas se están las cosas y que bien se está con ellas”, dijo Juan Ramón. Cosas cotidianas y humildes, sin más valor que el que Lorenzo Ugarte les daba al rescatarlas: cosas perdidas y encontradas en el lienzo, ya que cada una se instala en el sitio que tenía destinado, desde mucho antes de que alguien la hubiera extraviado o la declarara inservible. Llaves, cuerdas, maderas abolidas, sábanas que quizá fueron sudario y pedazos de la camisa del hombre feliz. Con lo que todos desechamos, él hizo su obra. Y con esa forma de amor que solemos llamar paciencia.

Le conocí a principios de los años sesenta, o sea, en el antiguo testamento. Hace siglos. Yo le hablaba de Quevedo y de Rey “Sugar” Robinson y Lorenzo me hablaba de Mondrian y de Paul Klee, pero bebíamos el mismo vino en las mismas tardes. Fuimos muy amigos y, por lo tanto, seguimos siéndolo. Por aquel entonces, los cuadros de Lorenzo Ugarte eran geométricos, pero ya estaba presente en ellos esa veneración por la materia a la que aludió José Luis Martín Descalzo, otro amigo que ya no está visible. Ya empezaban a aparecer en sus cuadros herrajes y tijeras que enviudaron de la otra hoja. Quizá le gustaban las tijeras porque se pasó toda la vida recortando retales de tiempo para poder pintar, entre trabajos más o menos trabajosos. Poco a poco, su desinteresada y laboriosa pintura empezó a participar del collage. Luego de la forma más natural, fue desembocando en lo escultórico. En cualquier caso, él siempre buscó lo mismo y acertó a decirlo: liberar tensiones y buscar respuestas a esto de vivir, que no se entiende.

Como si alguien hubiese entrado con una varita mágica en una almoneda, en un viejo desván, en un cuarto trastero. Sólo asi son posibles estas redenciones de los objetos callados y abandonado. Ahora sabemos que el mago era él.

Manuel ALCANTARA, 1992



TEXTO PARA LA EXPOSICIÓN EN EL PALACIO DE LA MAGDALENA .SANTANDER,1981

Atrás ha quedado la pulcra geometría de los primeros tiempos, los nítidos vectores de un mundo que era como un mosaico.También quedó atrás la época oscura, cuando ponía un color como quien pone una denuncia.Pasó de Euclides a Goya y de Goya a él mismo, que encontrarse también lleva su tiempo.Ahora Lorenzo Ugarte es como un trapero que hubiera guardado sus cosas en el arco iris.Hay en sus cuadros clavos y cordeles, como en el mundo, y trozos de la camisa de don nadie.Y hay hermosos colores azules, y verdes, y rojos.Y tierras que hemos pisado más de una vez, y nudos que son su propio desenlace y que tienen su propio desenlace y que tienen vocación de pendulo. Una almoneda franciscana y una gigantesca operación de rescate, eso es la pintura de Lorenzo Ugarte. Relieves, arenales, un metal que dimitió junto a un crepúsculo de lacre o una luz de acuario. Creo que Lorenzo Ugarte nos ha pintado a más de uno pintando desierto y objetos perdidos.

Manuel Alcántara.