CARTA A LORENZO UGARTE
SOBRE LAS CRUELES AGONIAS DE LOS OBJETOS


Ciertamente Lorenzo la resignación ante el infortunio que tanto practicames perfectamente inútil
tan inútil como seat carta que depositaré al pié de un ciprés
ya que no puedo comunicarme contigo
ni siquiera con los teléfonos color de menta que inventó Dalí
para mensajes poco convencionales
tal como se recomienda en el Elogio del Caos y La Paradoja
mi libro de cabecera de los últimos años
que al final no pude prestarte como prometí tantas veces
texto sutilísimo
que salvó de la locura a varias generaciones de solitarios argonautas
con sus verbales alquimias
tan útil en este contorno de humo y engranajes
en que todo menos nosotros persiste
instalación gigantesca de acero y argamasa
que es nuestro natural paisaje
y donde nos solazamos con la necesaria idiota cordura
que tan seguros nos sostiene
olvidadas las beneficiosas creencias
en lagartijas sublimadas en dragones o princesas y vírgenes
sin necesidad orgánica alguna
y otras conformidades de similar simpleza
que habían de conducirnos dóciles al paraíso
de no persistir en más crueles y complicadas porfías
como las tuyas
cuando ordenabas con la meticulosa lucidez absurda de los sueños
los objetos a tu alcance
morfológicas reliquias
sexos de madera
petrificados e impasibles espejos
que adornabas con cráneos de perro
botellas cegadas de transparencia
cordones bolas rodamientos cuerdas destornilladores clavos tijeras
pechos cercenados
artilugios de precisión para uso de agrimensores
y para los crímenes rituales
huevos para zurcir calcetines
complejos mecanismos para la tortura
brazadas de paja seca
telas fosilizadas
armarios con secretos cajones

mutilados o recompuestos
perturbadores en sus nuevos significados
arbitrarios y mágicosquien sabe de qué oscuras ceremonias capaces
cuando nuestra presencia no los importuna
y solo se escuchan las desarmonías de automóvilesgritoscrujidossirenas de la noche
ya objetos de deseo
no imágenes rescatadas ni funcionales instrumentos
sino testigos de nuestras más ocultas acciones
y aún de nuestros pensamientos
fascinantes testigos ciegos
de la terrible ceremonia de la consumación
a la que inevitablemente asistimos
metáforas enfebrecidas
del fuego interior que te quemaba
de la ternura tantas veces oculta
del miedo tenaz premonitorio y viscoso
inalterables como parecen fundidos en lava vegetal y olorosa
visibles evocaciones
de lo que invisible se oculta
en los recintos
donde Lautreamont y Apollinaire y Tzara y Reverdy y Max Jacob y Duchamp
andan a la gresca o se aman desde la mañana al crepúsculo
pese a la adversión que cada uno siente por sí mismo
si bien Lorenzo debo decirte
que un viento de alas transparentes de mariposas
murmullos de libélulas en celo
lentísimos relojes de arena
sonoras caracolas
pájaros de líquidos trinos
se ha posado sobre tus objetos
y los recubre de opacas y agónicas cristalizaciones
para siempre.


Antonio Leyva
Octubre de 1992